Soñar con los pies
Viernes, 6 Noviembre 2009
Cynthia Cano (Las Torres de Cotillas, 1993). Volcada en sus estudios en el Conservatorio Profesional de Danza de Murcia y sus clases en el instituto, recuerda cómo sintió por primera vez el aplauso del público con sólo 12 años en su espectáculo ‘Templaíto’. En la actualidad, la joven prepara su próxima salida a América con ‘Vengo con abolengo’, mientras sueña con formar, en un futuro, su propia compañía de baile.
Risueña y resuelta te recibe Cynthia en un pequeño gran rincón en el que caben los sueños, ilusiones y el deseo inquieto de crecer profesionalmente. Una academia de baile, que ya pisaba con sólo dos añitos, ubicada en Las Torres de Cotillas, la tierra que la parió hace 15 años. Cien metros cuadrados recubiertos de madera tanto en las paredes como –fundamental– en el suelo, el sonoro y curtido tablao. De estructura corporal fuerte pero menuda, tiene siempre la sonrisa en su rostro, pero es cuando se sienta cuando percibes su temperamento. Sus pies toman vida propia y no paran de taconear siguiendo un compás imaginario, persiguiendo ideas que le asaltan de pronto y hay que atrapar al vuelo: “Soy nerviosa, impaciente”. A su alrededor, cuatro grandes espejos con barras de baile clásicas. “Comienzo con unos veinte minutos de calentamiento con música contemporánea y después arranco con mis coreografías flamencas”, explica.
Unos bastones con los que marca el compás en sus ensayos descansan junto a una bata de cola de lunares que quiere asistir también al espectáculo. Todos, detalles que la ayudan a fabricar un ambiente que entró un día en su vida sin darse cuenta, de forma natural. En cada uno de sus giros contempla fotografías de Manuela Carrasco, Milagros Mengíbar y Joaquín Cortés –”artistas flamencos puros”– y un cartel de ‘Cuchillos al viento’, de Peter Sampel, con el que su imagen dio la vuelta al mundo durante la promoción del filme. Para trabajar, maillot, medias, camiseta y zapatos negros de tacón clásico que fabrican para ella en Madrid –”aún conservo los primeros, cuando tenía dos años”–. Y la luz, artificial. “Suelo ensayar de noche, las cuatro horas seguidas no me las quita nadie”, acompañada de agua y mucha fruta. Y esa tenacidad ya son señas de identidad. Sus pies amparan alguna que otra dureza; como dijo el actor Harvey Keitel, “disculpe el aspecto de mis pies. No puedo prescindir de ellos, están irremediablemente unidos a mis piernas”. Sólo que en ella están forjados a pasión y sentimiento. Esos pies que los expertos destacan por su fuerza y velocidad –incluso, comparados con los de Carmen Amaya, aseguran–.
No es caprichosa para los colores entre las cuatro batas de cola más de cien trajes y ocho pares de zapatos que atesora. “Para tarantos siempre colores oscuros y si tiro por bulerías, el rojo desborda la alegría”. Ni siquiera echa cuentas al supersticioso amarillo, aunque, eso sí, afirma que nunca se desprende de un peluche, una piedra negra que perteneció a su abuela y la imagen de un santo.
Texto Nieves B. Jiménez
Fotografía Joaquín Clares
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